Nuestra vida

Nuestra vida es maravillosa, es preciosa, porque es transitoria. Debemos ser conscientes de la riqueza, de la belleza de nuestra existencia, por el hecho de que no se repite.

Nada regresa. Todo es nuevo y bello. Cada minuto es distinto y nunca retorna. Continuamente tenemos la visita de algo nuevo, desconocido, fresco y es el instante que nos llega. Continuamente nos despedimos también, para siempre, de algo que nos fue amado y es el momento que pasó.

La belleza de la vida es inseparable de su melancolía. Lo nuevo que se nos ofrece y lo que acaba de pasar para siempre.

Todo es angustiosamente breve. Todo es divinamente rico. Todo es bello. Lo más extraordinario es vivir. Podernos extender en la playa del mundo, poder amar, poder hacer el bien y saber que vamos al encuentro de Cristo.

Este es el consuelo que hay en el mundo. Jesucristo, nuestro Redentor. Fuera de este sentido divino de la vida, todo lo demás es melancolía y nostalgia.

La alegría de vivir es característica del cristiano. Tenemos que predicar alegría y crear alegría. No la alegría de la infidelidad. No la alegría del desorden, ni la falaz alegría del pecado, sino la alegría de poder realizar nuestra verdad, de cumplir el eterno proyecto de Dios.

Éste es el gozo que nos ofrece la vida. Continuamente lo nuevo. Continuamente lo esquivo, lo fugaz. Continuamente la posibilidad del amor, la posibilidad del bien y de la belleza.

Si de algo debiéramos estar felices, es de vivir. Si algo debiéramos apreciar y guardar celosamente, como un avaro guarda sus tesoros, es nuestra vida y nuestro tiempo.

Dios nos regaló este día, nos regala esta noche y posiblemente el sol de mañana. Ocupémonos en el bien, realizado en el amor.

No hay tiempo para perder, no hay tiempo para el odio, no hay tiempo para lo insignificante, no hay tiempo para el hastío.

Nuestra vida es preciosa, es casi un misterio divino, por el mismo hecho de que es transitoria.


«Vivir, pensar, creer y morir». Rafael García Herreros,
Obras Completas No. 29. Corp. Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá, 2012.

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