“Dios mío, antes de terminar este día, antes de terminar este año y antes de morir, quiero creer en Ti, quiero amarte, quiero adorarte; no quiero morir en la apostasía, no quiero morir en la duda, no quiero morir sin haber realizado el amor, sin haber hecho algo serio en favor del hombre; no quiero terminar este día ni este año ni terminar mi vida, sin haber embellecido el mundo.
“Antes de morir, permíteme sentirme plenamente seguro de Ti. Permíteme tener la experiencia de Ti, una experiencia extraña en que yo sienta tu calor divino, en que yo sienta tu cercanía, en que oiga tu voz lejana y cercana. Antes de terminar este día, antes de terminar este año y de terminar mi vida, quiero sembrar, quiero plantar, quiero alegrar, quiero perdonar, quiero ver, quiero admirar, quiero pasmarme ante lo que me rodea. Pasmarme ante la estrella, pasmarme ante la hormiga, pasmarme ante la flor, ante la fuente. Quiero gozar de las pequeñas cosas que tejen la vida, no permitas que viva distraído en la belleza que me rodea.
“No quiero crear la tristeza ni aceptar la nostalgia ni aumentar la pesadumbre. Antes de morir, déjame conocer al hombre, conocer el prodigio de ese ser complejo y bello que se me acerca y me conversa y que se aleja y que se me hace inseparable.
“Haz que no me burle de ninguno; haz que no desprecie a ninguno; haz que no odie a ninguno; que no hiera a nadie.
“Déjame cumplir mi tarea de amor, de fraternidad y de alegría. Haz que no introduzca yo la tristeza, haz que no siembre yo el odio ni la miseria, haz que no marchite ninguna flor, que no tronche ningún gajo, que no quebrante a ningún hombre.
“Antes de morir, haz que yo cumpla la bella tarea que me pusiste al nacer. Que mi tarea no sea hecha de borrones, de rayas, de líneas torcidas, de palabras malignas.
“Haz que viva intensamente mis horas y mis días. Que viva con tal intensidad que me acerque al éxtasis, al arrobamiento de la alegría de existir, de la alegría de amar, de la alegría de creer, de la alegría de esperarte, ¡Dios mío! Quiero pedirte, Señor, yo, indigno de existir, por estos mis hermanos, que desde hace muchos años me están escuchando, por los que desde hace mucho tiempo me están ayudando a construir la obra del Minuto de Dios.
“Quiero pedirte, Dios mío, por Colombia, mi patria, y suplicarte que en ella se pueda edificar la civilización del amor, basada en la justicia, en el respeto a los derechos de todos, en la verdad y en la libertad.
“Quiero que nos bendigas todos, Señor, y que a todos nosotros y a los hijos de Colombia nos concedas un día verte y habitar contigo en la definitiva casa de tu Reino”.
(Tomada del libro “El Banquete del Millón”)