Propósito de la Renovación Carismática

Va a aparecer el grandioso pueblo estrictamente fiel al Señor Jesucristo, la multitud que sigue al Cordero apocalíptico (cf Ap 7, 9).  

Llegaremos a las ciudades, a los pueblos, a las aldeas, a las veredas, a las lomas, a los barrios, a los ranchos, con el precioso mensaje del Evangelio, y les diremos una palabra sencilla, agobiadora: que Jesucristo vive, que Jesucristo nos ama y nos salva y va a venir, y que es el Señor. La Renovación Carismática es la inmensa fuerza del Espíritu Santo, derramándose sobre el mundo moderno, en todos sus estratos. Sobre su santa Iglesia Católica, sobre toda la cristiandad va a llegar una oleada de fe y de amor, como nunca había sucedido en siglos pasados. Los obispos, la jerarquía, los sacerdotes, los párrocos van a sentirse profundamente conmovidos. Van a llenarse de entusiasmo por Jesucristo. Van a sentirse alegres en su ministerio. Va a ser breve el tiempo para la adoración, para la alabanza, para invitar a todos a la conversión.

Y todos los fieles, adultos, jóvenes y niños, se van a verter por todos los caminos a proclamar el santísimo nombre de Jesucristo, el santísimo Evangelio. Este es el propósito de la Renovación Carismática Católica: un cambio total de vida, una conversión estricta al Evangelio, un impulso implacable a comunicar a los otros lo que hemos visto y oído (cf Hech 4, 20). 

Será un torrente de amor desbordado en el mundo, que todo lo fecunde, que todo lo renueve (cf Ez 47, 9).

Va a aparecer la nueva sociedad cristiana católica, como al principio de Pentecostés. La Renovación Carismática pretende sacudir el mundo católico, pretende cuestionar toda la situación actual de la sociedad: una sociedad que aceptó el pecado, que aceptó el olvido de Dios, que aceptó como natural la mediocridad y se instauró en ella, como algo compatible con la fe tradicional.

Cuando venga el Espíritu, cuando se desencadene la oleada inmensa pentecostal (cf Jn 16, 8) van a quedar desiertos los cines pornográficos llenos de católicos. Van a quedar desiertos los griles, desiertas las discotecas, desiertos los barrios de tolerancia, llenos actualmente de católicos que no tienen inconveniente en mantener su fe y su pecado habitual. Van a quedar desiertos los casinos de juego, se va a imponer una nueva ideología internacional. Los católicos no irán a la guerra, porque su evangelio les prohíbe absolutamente matar a un hombre. Los católicos no aceptarán el boxeo, porque quebranta el respeto a la belleza, a la inmensidad de un hombre.

Cuando llegue la oleada del Espíritu Santo (cf Jn 16, 13), se acabarán los negocios injustos, las ganancias ilícitas hechas por los católicos. Cuando llegue la oleada del Espíritu, se cerrarán las cantinas donde se embriagan los católicos, los católicos complacientes con el pecado, y ellos tendrán la fuerza del Espíritu para realizar una vida cristiana. Cuando llegue Pentecostés, poderoso y fecundo, se acabarán voluntariamente las grandes diferencias sociales.

Habrá fraternidad, habrá una sociedad original, preciosa, igualitaria. Cuando los hombres se amen, fraternicen y se igualen (cf Jn 10, 16) tendrán todos participación en sus derechos innatos (Hech 4, 32). Esta renovación en el Espíritu Santo, que estamos promoviendo, es el anhelo de Cristo realizado plenamente (cf Jn 13, 34). Miles y miles de jóvenes, renovados en la fuerza del Espíritu Santo, se lanzarán por todas las ciudades, por todos los campos, proclamando la Buena Nueva del Evangelio, la exigencia estricta de Cristo y el poder del Espíritu (cf 1 Cor 4, 20).

Cuando a todos los católicos les llegue el fuego del Espíritu Santo y descubran la urgencia de amar, la urgencia de adorar, la urgencia de construir una sociedad cristiana y distinta, será la Iglesia renovada, será la última etapa del mundo, estará cumplida la promesa de Jesucristo. La Renovación en el Espíritu Santo es un fuego que se siente y se dilata, que construye y que destruye y aquilata, que va a consumir toda una sociedad falsa que se constituyó dentro del cristianismo y va a hacer aparecer la santa ciudad de Jerusalén, descendiendo del cielo (cf Ap 21, 2).

Todos tomaremos conciencia de que es breve el tiempo para la adoración, para la alabanza, de que estamos en mora de amar y proclamar al Señor (cf 2 Cor 6, 2). Nos sentiremos obligados a participar de la gran campaña de entusiasmar al mundo por Jesucristo. Las ciudades arderán de amor a Cristo, con todas las consecuencias sociales que esto comporta. Aparecerán los miles de jóvenes, como un ejército impresionante, y llevarán la bandera de Cristo, la antorcha del Espíritu Santo, por toda la redondez de la Tierra y más allá, hasta los astros. Se terminará el dualismo que se había implantado de un cristianismo lleno de mundanidad y de pecado, sin adoración y sin fuerza (cf Gál 5, 19). Esta es la Renovación Carismática: una oleada proveniente del Espíritu Santo que penetrará la Iglesia, que no dejará área que no aliente, que no transforme, que no entusiasme. El propósito primordial de la Renovación Carismática Católica es inundar la catolicidad de un auténtico entusiasmo por Jesucristo, que comporte todo un cambio de vida inspirado por el Espíritu Santo (cf Rom 15, 19).


(Libro: García Herreros, Rafael, «La Iglesia siempre en Pentecostés»,
Colección Obras Completas No. 14, Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá, 2014)

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