Aquí estamos los que creemos y soñamos en la Colombia que está a punto de aparecer; en una Colombia fraternal, reconciliada. Aquí estamos los que soñamos en una Colombia sin ningún tugurio, en una Colombia sin ningún desarrapado; en una Colombia sin ninguna brecha insalvable que separe a los unos de los otros. Aquí estamos los que estamos persistentemente soñando en una Colombia sin ningún odio, sin ningún armado, sin ningún violento.

Yo los estoy convocando para soñar y para construir una nueva Colombia, sin ningún niño abandonado, sin ningún rancho sórdido donde no hay nada sino tristeza, pobreza y carencia de todo.

Esa bella Colombia la van a construir ustedes, los que se están convenciendo y los que están llegando a un punto de vida que es donde se ama y donde se llega al servicio. (…) El humilde propósito del Minuto de Dios es que todos nos dejemos invadir por el amor y por el deseo de servicio.

El humilde propósito de esta reunión es convencer a todos de que no puede ser que nosotros tengamos de todo, hasta lo superfluo, y otros no tengan absolutamente nada, hasta la desesperación. A ustedes los va a invadir el amor.

A ustedes los va a invadir la generosidad. Ustedes se van a volver soñadores y anhelantes de una nueva Colombia, sin ningún tugurio, sin ningún abandonado, sin ningún entristecido. ¡Cómo nos sentimos todos fraternalmente aquí!

¡Cómo nos miramos a los ojos y hay en nuestra mirada un sentimiento de igualdad y de anhelo! Estamos despertando a un sentimiento oculto hasta ahora y latente hasta ahora. El sentimiento de que no podemos seguir en esta inmensa injusticia (…)

Esta bella Colombia está apareciendo y todos vamos a trabajar por ella. (…) Está por aparecer la Colombia amada, la Colombia presentida desde hace mucho tiempo; la Colombia deseada por Dios para todos nosotros.

No se imaginan ustedes lo que va a suceder. Yo sí lo estoy soñando; yo lo estoy viendo desde lejos. Estoy viendo por todas partes reconciliaciones; estoy viendo por todas partes restauración de la justicia social; estoy viendo que los alzados en armas se van a decir: “Ya nuestros pretextos no son válidos. Ya se logró, por el amor, lo que nosotros pretendíamos por la fuerza y por las armas y por la sangre”.

(…) Qué bella es esa Colombia que nos está llegando. Qué sueño realizado de todos nuestros antepasados, los que murieron en las batallas y los que murieron en nuestros campos y en nuestras agriculturas.

(…) Esta es una pregustación de lo que vamos a beber de ahora en adelante. Esto no es un sueño, es una profecía. Es un rumor de algo que está llegando; es el principio de un gran cambio, es el principio de una nueva edad de oro para Colombia, y de aquí, como un ejemplo, se extenderá para toda América Latina.

Se sepultarán en el abismo las armas asesinas y se entrecruzarán los brazos y aparecerán el amor, la ayuda y la fraternidad. Les llegó la era a los ricos, la era de abandonar totalmente la costumbre de que todo hay que heredarlo a los hijos. Los va a penetrar el pensamiento de que todo hay que entregarlo a Colombia, para hacer un país impresionantemente bello y justo.

Vuélvanse ustedes, amigos, constructores de la nueva Colombia; cuéntenle a todos sus amigos lo que vamos a hacer. Si ustedes, todos, se ponen al trabajo, sobre todo la prensa, la radio, la televisión, todos los medios de opinión, convenceremos a Colombia a lanzarse a la inmensa alegría de la paz, del progreso y de la absoluta fraternidad.


*Palabras del P. Rafael García Herreros en el Banquete del Millón de 1988.
(Ver: García Herreros, Rafael, «El Banquete del Millón». Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá, 2010).

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