El sábado pasado (14 de septiembre de 1985), integrando una comisión de paz nombrada por el Gobierno, fuimos a dialogar con los altos dirigentes de las FARC, a un lugar lejano y casi inaccesible. Me dio la impresión de que allí no llegan sino las águilas y los helicópteros.

Nos recibieron don Manuel Marulanda, hombre fuerte, elemental y directo, y don Jacobo Arenas, comandante e ideólogo, culto y ambicioso. El Ministro de Gobierno, Jaime Castro, planteó con gran claridad y exactitud el problema y las propuestas pacifistas, sabias y justas del Gobierno.

El doctor Alfonso López, con una lucidez y un realismo impresionantes, resolvió unas cuantas inquietudes, interrogantes y reproches expresados por el comandante Jacobo Arenas. La Ministra de Comunicaciones, Noemí Sanín, como una espléndida representante de la inteligencia femenina colombiana, de la sutileza y de la oportunidad, creó un ambiente de gran cordialidad, e iba encontrando soluciones para todo. El Ministro de Agricultura mostró a los guerrilleros todo lo que el Gobierno está haciendo en favor de los campesinos, todos los proyectos de reforma agraria que se vienen adelantando en el país.

Don Pedro Gómez habló de lo que el país privado, de lo que los particulares están haciendo en servicio del pueblo y de Colombia, y de lo que van a hacer, porque no hay duda que, en el fondo de todo, hay un grave problema social que se debe resolver. Yo les hablé a los guerrilleros, mirándolos de cerca, de la patria. De que la patria está cansada de la guerra que la patria quiere absolutamente la paz, que ya no queremos más sangre ni más revólveres ni más amenazas ni más extorsiones.

Nos miramos de cerca, con una mirada cordial y fraternal. El comandante don Jacobo Arenas me dijo que quería hablar largamente conmigo. Ese diálogo lo tenemos que mantener entre los dos. En esta reunión con los guerrilleros, no se firmó nada. Pero se creó la amistad. Se vieron puntos de cercanía, de interés mutuo. Se descubrió profundamente la exigencia de la patria, que busca la justicia y la fraternidad dentro de la paz. Creo que fue de altísimo provecho este encuentro, presidido por el señor Ministro de Gobierno, doctor Jaime Castro.

Bajando del refugio lejano del alto mando de Tiro Fijo y de don Jacobo, una bella guerrillera me dio la mano, mientras pasábamos por encima de arroyos y de malos pasos. Ya estábamos acercándonos a un diálogo trascendental y espiritualista, cuando llegamos al helicóptero que nos aguardaba. Ahí comprendí que todos, en Colombia, los cristianos, los de las FARC, los del M-19, los ricos y los pobres, podríamos tomarnos de las manos para vadear cristianamente todos los arroyos.


Rafael García Herreros. Escrito en septiembre 16, 1985. Cf «Artesanos de paz», RGH, Bogotá, 2009).

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